Los ingleses llaman smalltalks a esas breves conversaciones que se tienen por cortesía mientras estamos subiendo en ascensor entre desconocidos, entre otras situaciones.
A la gran mayoría de personas le incomoda el silencio mientras van subiendo los pisos y se concentran en el móvil –aunque habitualmente no haya cobertura ni internet disponible. Otros aprovechan para mirarse al espejo y terminar de retocarse, haciendo caso omiso a sus compañeros de ascensor.
Pero, ¿Y si nos proponemos conversar durante unos breves segundos? Seremos atentas, crearemos un clima más agradable y nos ganaremos la simpatía de quién tenemos enfrente. ¡Estupendo! Aunque más vale tener cuidado con qué temas de conversación sacamos para no terminar en un berenjenal sin quererlo.
Si no conoces a la otra persona, mejor no hablar ni de fútbol, ni de religión. Tampoco de política y mucho menos de sexo y/o enfermedades. Todos ellos son temas que el protocolo social clásico desaconseja porque pueden crear conflictos o incomodidad con facilidad.
Lo más indicado sería hablar de temas poco importantes y que las dos personas puedan conocer. De hecho, aunque parezca un clásico sin ningún interés, hablar del tiempo no sería una mala propuesta. Es fácil, seguro y todo el mundo tiene algo que decir al respecto.
Sino, podemos buscar otros tópicos como las vacaciones que se acercan, el tráfico, lo complicado de los lunes o la alegría de los viernes. También podemos observar a la otra persona y comentar aspectos sobre ella misma. Por ejemplo, lo cargada que va y si necesita ayuda o si lleva alguna prenda de ropa que te llame la atención –evidentemente en positivo.
Propónte el reto de conseguir una sonrisa de como mínimo de 3 personas desconocidas cada día y verás qué satisfacción te devuelven. Para ello, las smalltalks son sin duda una buena práctica.
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